Hablando de realidades, este confinamiento nos obligó a volver a lo básico, a lo esencial, a lo primordial, a lo que verdaderamente somos. La situación que hemos venido afrontando, ha mostrado que la vida sigue su curso, que el tiempo no se detiene y, aunque una emergencia sanitaria ha paralizado gran parte de las dinámicas sociales del mundo, solo ha bastado avanzar con la familia, el techo, el trabajo en casa y la alimentación para ir superando la situación.
¡Vanidad de vanidades! La salud sigue siendo el tesoro más invaluable para la humanidad. Quién diría que estar en casa nos salvaría del contagio de esta pandemia que nos recordó que no existen raza ni color, género o condición social, así queda claro que somos muy frágiles ante situaciones adversas que no tienen alguna distinción particular y esta vez nos tocó a todos. ¿Te has dado cuenta de que la vida es muy corta como para no disfrutar cada momento?
La problemática actual nos obligó a resguardarnos en casa para proteger nuestra vida y la de nuestra familia. Para nadie es un secreto que en un principio nos costó adaptarnos, sobretodo porque nunca pensamos que esta situación podría prologarse tanto, y solo preparábamos la mente para resistir por periodos cortos, aquellos que se han ido prorrogando con el aumento de los riesgos de contagio, pero que han permitido la conservación de nuestra salud. Es inevitable no extrañar nuestra cotidianidad, todos esos sitios que solíamos frecuentar: los lugares de trabajo o estudio, gimnasios, los centros comerciales, el cine, los restaurantes, los parques, los bares, los teatros, los salones de belleza, los complejos deportivos o, simplemente, la calle, esa donde éramos libres, pero no éramos conscientes de serlo.
Innegable también es el papel que han jugado las herramientas tecnológicas. ¡Benditas sean las videollamadas! nos han permitido mantener el contacto con nuestros seres queridos, conservar nuestros puestos de trabajo y dar continuidad a los estudios de grandes y chicos. ¿Has pensado en el verdadero valor de un abrazo y de la gran recarga de energía que es para tu vida la simple presencia de las personas que te quieren?
Este tiempo de aislamiento nos ha permitido diferenciar entre aquello que valoramos por imposición social y aquello que valoramos por voluntad propia. Teníamos un ritmo de vida acelerado, pesaba demasiado la opinión de los demás, esperábamos un calificativo sobre lo bien o mal que actuábamos o estábamos, tal parece, esa preocupación por el “qué dirán” se estaba convirtiendo en una falsa realidad, al querer mostrar lo que no se tiene o lo que no se es. El presente ha sido el mejor escenario para estar a solas con nosotros mismos, nos ha permitido reflexionar, sobre cuál es la realidad de cada quien; es tan sencillo como esto: ¿te diste cuenta de que los prototipos de belleza física pasaron a un segundo plano y que por estos días poco te miras al espejo, o por lo menos ya no lo haces con la misma frecuencia de antes? ¿Dónde quedaron las extenuantes jornadas de maquillaje y las largas horas con el secador? ¿Si te estabas arreglando para ti? Con el pasar de estos días, hemos entendido que muchos de esos referentes de moda y de falso significado de belleza, nos han hecho caer en comparativos absurdos, con paradigmas que en muchas ocasiones pensamos, nos definían; no obstante, a la hora de la verdad, ahora que estamos de tú a tú, con nosotros mismos, dándole un receso a la vanidad y a la superficialidad, en la que muchas veces nos vimos sumergidos, por el mismo consumismo que ha impuesto la sociedad; en parte hemos estado un poco más tranquilos, sin la presión de obtener la aprobación de los demás.
¿Cómo te has sentido por estos días que vistes, sonríes y vives para ti? ¿ya le echaste un vistazo a tu closet? ¿Tanta ropa sin usar? Definitivamente preferimos las mismas prendas que nos permitan estar frescos y libres. ¿Será que hemos descubierto lo cómodos que nos sentimos sin tanta vanidad? Siendo nosotros mismos, viéndonos y viendo a los demás con los ojos del alma, haciendo que la naturalidad y lo básico hagan parte de nuestro diario vivir, sin apariencias, siendo más humanos, con defectos y cualidades, pero siendo nosotros mismos.
Ahora bien, poco a poco ha ido bajando la marea, se han liberado varios sectores para reactivar paulatinamente la economía. En cualquier momento todos volveremos a retomar nuestras actividades. Qué importante sería que dentro de ese regreso a la cotidianidad ya estén de lado la soberbia, el rencor, el odio, el egoísmo, la injusticia, la enemistad, la desigualdad, la irresponsabilidad, la pereza, la traición y tantos pensamientos negativos que a veces no nos dejan avanzar. Qué maravilloso también sería volver a la ¨normalidad¨ más humanos, más gentiles, más amables, más caritativos, más pacíficos, más tolerantes, más equitativos y más honestos; que la lección se note aprendida y aprobada. Que nos despertemos a diario con la consigna de dejar un legado al servicio de los demás. Y es que no se trata de grandes actos heroicos, con el simple hecho de servir desinteresadamente, saludar, sonreír, ser amables, pedir permiso, respetarse a sí mismo y a los demás, proteger a capa y espada a los animales y a la naturaleza, aquella que tanto ha disfrutado este receso humano y que, sin duda alguna, necesitamos esencialmente para sobrevivir. Con eso, con esas pequeñas acciones podemos tener la seguridad de haber dejado un aprendizaje, una parte de nosotros en nuestro entorno cercano, que se transmitirá de generación en generación, sin olvidar que no somos lo que tenemos, sino lo que sabemos. Que, en esos conocimientos, siempre prime el ser persona, sin pasar por encima del prójimo, porque, a fin de cuentas, es la esencia la que permanece, seamos entonces nosotros mismos, ¡auténticos y reales! Disfrutemos de todo aquello que siempre quisimos hacer en casa y nunca encontrábamos el tiempo.
Kelin Yuliana Gallo.
Comunicadora Social.